5 de febrero de 2006

El error de aplicar una política de extraterrestres

Muchos países quisieran tener nuestros recursos naturales para abastecer al mundo de alimentos. Nosotros preferimos desarrollar para el agro políticas autolimitativas que signifiquen la involución productiva. La dramática y a mi criterio nefasta decisión del Gobierno (por los perjuicios que ineludiblemente devendrán a mediano plazo en la producción ganadera) de imprimir a las carnes un fuerte sesgo antiexportador, trasuntado en las retenciones y la eliminación de los reintegros a las exportaciones, no hacen otra cosa que aumentar la dosis de "más de lo mismo" para conseguir la continuidad del fracaso para una ganadería que ya cumple 40 a?os en el estancamiento. Impedidas las exportaciones, el stock ganadero continuará disminuyendo (en 1970 había 10 millones mas de cabezas que hoy), sin incentivos al engorde se producirán novillos ultralivianos demandados por el consumo doméstico, a la vez que el crecimiento de la población y del consumo per cápita colisionará con una ganadería en retroceso. El resultado es previsible. Es la política de los extraterrestres. Brasil y Uruguay, superando dificultades sanitarias, han encarado las exportaciones de carnes como una política de Estado, apuntan a la expansión ganadera y a su consolidación en los mercados externos para constituirse en referentes de calidad y volumen de oferta asegurado y creciente. Desean apuntalar una economía que significa generación de empleo, mano de obra y una importante fuente de generación de divisas. Ambos países tienen gobiernos de izquierda. Hemos reiterado incansablemente desde nuestras instituciones del Movimiento Rural Confederado, sobre el anticipado fracaso de las políticas de acuerdos de precios en esta materia. Nuevamente decimos que el precio de la hacienda no lo pone el productor, proviene su formación de un mercado atomizado de oferta y demanda. Variables Las variables que intervienen en la formación del precio por parte de la oferta deben sondearse en los incentivos que haya tenido la ganadería en el pasado para incorporar tecnología y crecer (o no hacerlo e involucionar), de las condiciones climáticas pasadas y actuales, de la competencia con otras actividades que ocupan el mismo recurso y también entre otras de la sumatoria de decisiones individuales de cada empresa para producir animales livianos o pesados, a corral o a campo, etcétera. Por parte de la demanda, las principales variables que influyen en la formación del precio interno son el poder adquisitivo de la masa salarial y la relación costo beneficio que la carne tiene respecto de otros productos de la canasta familiar. La exportación ha jugado históricamente un rol poco relevante en la formación del precio, siempre se ha pagado menos el kilo vivo del novillo pesado de exportación que por el liviano de consumo interno. Además, sólo se exporta el 15% de la producción. Cuando se produce un aumento en el precio de la carne que no responde a las variables mencionadas, es la temida inflación, histórica, injusta y gratuitamente atribuida al ganadero. Esta responde a otras variables de la política económica, como la expansión monetaria, el aumento del gasto público y del circulante, entre otras. El intento de concertación de precios entre los diferentes eslabones de la cadena de la carne, con la participación del Estado amenazador, no deja de ser un ensayo de eufemismos donde todos conocen lo efímera que podría ser su existencia. Por empezar, ninguna institución podría arrogarse la potestad de asegurar la oferta de hacienda en forma permanente para evitar el crecimiento del precio. Somos conscientes de que desde nuestras instituciones hay cosas que podemos lograr y otras que no. Podremos hacer, como ya hemos demostrado, un paro ganadero por una, dos o más semanas con total acatamiento; podremos hacer camionetazos, tractorazos, cortes de rutas, concentraciones, manifestaciones, marchas, etc. De hecho, también podemos y lo hacemos permanentemente, dialogar con los poderes ejecutivo y legislativo. Pero lo que no podemos hacer es un compromiso que asegure la oferta. Quien afirme poder hacerlo está construyendo un nuevo gran verso argentino. Libertad de mercados No firmamos el acuerdo porque creemos en la libertad de mercados y no en políticas dirigistas de autodestrucción, apuntamos a contar con una ganadería en expansión que satisfaga las necesidades del mercado interno y de los internacionales que sepamos conseguir. Queremos ser una fuente de divisas para el país, no un sector discriminado. Podría atinadamente el lector pensar que cuando menciono la política de los extraterrestres me refiero a aquellos que sin tener tierras y por consiguiente un acabado desconocimiento de la actividad, son los que normalmente generan las políticas para el agro. Sin embargo, me refiero a otra cosa. Se aproxima más al criterio que parecen ser de otro mundo aquellos que insisten en impulsar medidas que han demostrado un reiterado y rotundo fracaso en el pasado. No obstante no he visualizado aún ningún plato volador. El autor es vicepresidente de la Confederación de Asociaciones Rurales de Santa Fe (Carsfe)
Por Jorge Guido Ugolini
Para LA NACION

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